sábado, 22 de octubre de 2016

"Vacíos inesperados"

El dormitorio me es ajeno, desconocido. Ignoró como he llegado hasta aquí. Me siento perdida, ausente del mundo. He pasado la noche acurrucada en mi cama. Me despertó una voz,una voz familiar, la voz de una mujer -al principio pensé que se trataba de mi madre, hasta que comprendí que sólo podía ser parte de mi imaginación- y cuando abrí los ojos me encontré aquí, en esta habitación, con poca luz y vacía de recuerdos. Miro a mi alrededor, no se escucha ni los ruiseñores en los árboles, solo el sonido de mi respirar. Empiezo a recordar mi graduación, nunca me hubiera fijado en Pedro antes de aquella noche. Aquel día era el más feliz de mi vida, tenía todo lo que una adolescente podía tener para ser feliz, solo pensaba en graduarme, en no caerme con el traje y los tacones aunque era muy probable, la torpeza la llevaba en la sangre y,también, que mis padres se sintieran orgullosos de mí. En realidad, me hubiese gustado que ese día no hubiese pasado nunca. ¿Por qué la vida era tan injusta? ¿Por qué sigo culpandome de todo? Quizás solo quería evadirme de la realidad y lamentarme en el qué hubiera pasado sí... Era una cuestión meramente formal que me había arruinado la vida. Cada vez que cerraba los ojos, revivía involuntariamente todo lo ocurrido en aquél entonces. Estaba pasando el fin de semana en casa de mi tía Melanie, como en la mayoría de las veces, me aconsejaba y me maquillaba para mi gran momento, mi última graduación. Mi madre aprovechó, unas horas antes del acto, para comprar algunos adornos y colocarlos en el peinado. Melanie tuvo que llevarme a la celebración de mi graduación ya que mis padres nunca aparecieron -algo inusual en ellos que siempre han sido puntuales-. Poco antes de empezar la ceremonia, mi tía recibió una llamada, su rostro se volvió pálido y se llevó la mano a la boca al enterarse que mis padres habían fallecido en un accidente de tráfico. Con los ojos llenos de lágrimas Melanie me informó momentos antes de comenzar el acto y, posteriormente, dio a conocer la noticia en la graduación. A partir de entonces, fui el tema del día en toda la ciudad, jamás pensé que el mejor día de mi vida se hubiera convertido en el peor infierno. Las lágrimas resbalaban sin descanso por mis mejillas, aquellos que yo consideraba "amigos", dejé de importarles de la noche a la mañana, ya que una niña mimada con dinero era "glamuroso" pero una niña huérfana, no tenía posibilidades de prosperar en la vida. Pedro era un compañero de mi clase, alto, moreno, con ojos castaños, vestía casi siempre informal, con alguna camiseta y algún pantalón de deporte, pero aquel día no, ese día lucía su traje oscuro, ceñido al cuerpo e impoluto, sin duda uno de los más guapos del acto. Él fue el que, sin importarle mi procedencia ni mis penurias, me sacó de ese mar de lágrimas. "¿Es necesario que te pase una tragedia para realmente abrir los ojos?" pensé yo. Desde entonces mi tía me ha visto deambular sola por las calles, aunque ha querido que me enamore de Pedro, el dolor supera el amor que pueda sentir por otra persona. Me consideraba una persona diez, una persona llena de proyectos e ilusión, hasta que un día todas mis metas cayeron de golpe. No me gustaba nada leer aunque ahora, mirando en mi desván, veo una caja pequeña que mi madre me regaló cuando tenia catorce años. En ella había un pequeño libro, El Quijote. A mi madre le encantaba Miguel de Cervantes. Ese libro fue lo primero que me regaló, aún conservo una famosa cita del propio autor anotada en el reverso de la primera página y que mi madre me la recordaba todas las noches junto con el correspondiente beso en la frente antes de que me fuera a dormir "No hay libro tan malo que no tenga algo bueno". Tres años más tarde aún sigo recordando aquella frase y aunque me he metido de lleno en la lectura, el mejor libro que he tenido después del fallecimiento de mis padres es "El camino de las lágrimas" del famoso Jorge Bucay, gracias a ese libro he podido superar ciertos traumas de mi infancia que, aún, arrastro secuelas de algunos de ellos. Abrí mi bolso y lo vacié sobre la cama. El contenido salió rodando por el suelo. El monedero, la agenda, la barra de labios, los pañuelos, las gafas, etc. Conseguí visualizar el móvil; tras varias horas recordando todo mi pasado y los avances que he conseguido, me decidí marcar el número de mi tía Melanie. Después del accidente de mis padres, mi tía Melanie y yo perdimos el contacto, un error por mi parte ya que ella también estaba sufriendo igual que yo. ¿Por qué fui tan egoísta de culpar al mundo de lo que realmente me pasaba?, pensé. Lo abrí, marqué su número y pulse en "Llamar". Unos segundos de silencio antes de que cogiera la llamada y, a continuación, un tono débil contestó al otro lado. -¿Diga?-contestó mi tía Melanie. Tenía la voz adormilada, pero no era tan tarde-.¿Quién es? -¿Tía Melanie? Soy Megan -susurré
(Una pausa. Un reajuste mental)
-Megan, mi niña ¿como estás? Hace bastante tiempo que no escucho tu voz-. Dijo mi tía.
 -Lo siento —Las palabras salían de mi boca atropellándose unas con otras.
 -No te tienes que disculpar pequeña, escucha, tengo que decirte algo importante, no encontraba el momento exacto para contártelo pero creo que es ahora o nunca—.
-¿Qué ocurre? —Empezé a sentir una presión en el pecho que apenas me dejaba respirar.
 (Una pausa)
 -Cariño,tú sabes que yo te quiero muchísimo y que nunca te haría sufrir... Hace unas semanas el médico de Rodfuss me diagnosticó Leucemia, es triste Megan pero he decidido que no quiero pasarme el tiempo que me queda en hospitales y, menos aún, haciéndote sufrir a ti.
 -Pero... —Las lágrimas empezaron a resbalar por toda mi cara.
-Megan, no llores ¿De qué sirve llorar si no se puede solucionar nada? —Trató de explicar mi tía.
 -Tía Melanie, lucha por tu vida por favor-. -Megan, yo no quiero sufrir solo quiero vivir el tiempo que me queda contigo y que tú seas feliz. No te mereces sufrir más, desde que murieron tus padres no has parado de culparte a ti misma y no debes volver a culparte otra vez de mi enfermedad. Disfruta, eres joven, yo ya he vivido una larga vida. Solo te pido que respetes mi decisión, solo quiero ser feliz-. Dijo mi tía.

-Tía Melanie, está bien, lo intentaré, mañana mismo cogeré el primer vuelo a Rodfuss y viviré contigo, la familia es lo primero-. Incrédula en ese momento, fueron las únicas palabras que pude decirle.

 Finalmente, Megan decidió irse a vivir con su tía Melanie que, tras seis meses falleció. Se sintió dolida pero, en el fondo,se sentía feliz ya que su tía consiguió fallecer como quería. Megan seguía en contacto con Pedro. Se enamoraron y fueron superando los baches que se iban presentando juntos. Ella decidió ser sincera consigo misma y ser clara con Pedro. Le contó todos sus miedos y le pidió perdón por todo lo que tuvo que pasar ya que Megan intentaba avanzar, agarrada al pasado, mirando hacia atrás, queriendo olvidar pero sin poder hacerlo del todo, ya que era muy complicado no parar de recordar minuto a minuto todo lo que la vida le puso como obstáculo.